“Las mujeres hemos crecido sin referentes artísticos femeninos poderosos. De ahí, oímos tantas veces … ¡Ay esta niña va a ser un Picasso!” Esta reflexión de la artista Susana García Ungo pone de manifiesto la urgente necesidad de revisar el canon artístico tanto en el ámbito educativo como en el profesional para remediar la ausencia de mujeres artistas en el imaginario colectivo.
Con el fin de responder a este déficit, las Concejalías de Cultura, Igualdad y Comunicación del Ayuntamiento de Calp, han organizado dentro de la programación conmemorativa del Día Internacional de las Mujeres, «MUJERES InVISIBLES» una serie de actividades entres las cuales podemos destacar la conferencia “VISIBILITZANT LES DONES ARTISTES” impartida por la feminista Irene Ballester, Doctora en Hª del Arte y miembro del Consell Valenciå de Cultura, la exposición “MUJERES ARTISTAS DE CALP” y el video “Arte e Igualdad https://fb.watch/43A5H0LR_e/ donde las artistas reflexionan sobre el hecho de ser mujer en el mundo del Arte.
La exposición cuenta con la participación de 9 artistas calpinas, entre las cuales se encuentran nuestras compañeras Erin de Burca y Susana García Ungo.
Mención especial merece la aportación de l@s usuari@s del Centro Ocupacional «Maite Boronat» cuya obra en cerámica es un homenaje a mujeres artistas de distintas épocas. Hasta el 30 de marzo se presenta una buena oportunidad para (re)conocer la obra de diferentes artistas de Calp.
Nuestra compañera Erin de Burca ante su obra elaborada en óleo sobre papel y lino. http://www.erindeburca.com/
Susana García Ungo junto a su obra «Como sería la Historia del Arte si las mujeres hubieran tenido las mismas condiciones para crear que los hombres» Tela quemada. Una imponente genealogía de mujeres artistas.
Nos despedimos con la oportuna reflexión de Susana sobre las ausencias de las mujeres en los espacios de poder y la necesidad de adoptar estrategias de empoderamiento para visibilizar nuestra existencia.
Arte y Mujer
Criptogínia es una palabra de reciente inclusión en el Diccionari Normatiu del Valencià. Proviene de los términos griegos crypto (ocultar) y giné (mujer). Es una palabra nueva para un hecho muy antiguo: la ocultación de los referentes femeninos en espacios de poder. Su importancia radica en que por primera vez se nombra una realidad desde siempre ignorada que nos ayuda a entender porqué en la Historia del Arte aparecen tan pocos nombres de mujeres. Estas ausencias femeninas no se deben, como en repetidas ocasiones escuchamos, a la falta de capacidad. Prueba de ello es que cuando se empieza a investigar, aparecen numerosos nombres de mujeres artistas. Esta ausencia de reconocimiento hay que situarla en el contexto de un sistema cultural androcéntrico en el que el hombre es el centro y al que las mujeres a lo largo de la historia no han tenido acceso. La obra de las mujeres ha sido minusvalorada y olvidada o firmada por maridos o parientes masculinos, eliminado así su autoría, ya que era impensable que una mujer pudiese ejecutar un rol masculino o que fuera «un genio», o que se demostrase que éramos iguales naturalmente.
Una de las principales estrategias del patriarcado es precisamente ésta, naturalizar lo que es cultural: «si no hay mujeres en la historia del arte es porque no eran capaces». Ello sirve de excusa para negar sus capacidades y para relegadas al espacio privado de la casa y los cuidados ( que de nuevo se naturalizan, cómo si tuviéramos un gen diferente para ello )
De la psicología hemos aprendido que no hay genes diferentes para desarrollar la capacidad de cuidar y que la creatividad es una capacidad que todas las personas tenemos y que se presenta de diferentes maneras. También que hay circunstancias que la favorecen y otras que la bloquean. Por ejemplo, si Pablo Picasso hubiera sido chica, quizás no hubiera sido tan alentada en su creatividad, incluso puede que hubiera llegado a la edad adulta pensando que carecía de ella. Y si aún así hubiera conseguido pintar, es bastante probable que hubiera renunciado a su carrera en aras del cuidado de la familia.
En los años 60, la tercera ola del feminismo bajo el lema » lo personal es político» abre el debate sobre la sexualidad femenina, el cuerpo, la violencia hacia las mujeres y niñas o el aborto entre otros temas y esto tiene una traducción en el mundo del arte. El bordado y el mundo de lo textil, que había sido visto a lo largo de la historia como una actividad doméstica, como una producción inferior, es resignificado por parte del feminismo adquiriendo un sentido crítico y contundente. Se eleva a la categoría de arte textil y al ser expuesto en espacios públicos se rompe esa dicotomía entre espacio público y espacio privado.
Bordar ha sido una forma de resistir frente al discurso patriarcal que siempre buscó despojar a las mujeres de los lenguajes artísticos y enmarcarlas en el ámbito doméstico. Ya en el siglo III, en China, las mujeres inventaron el Nü shu, un lenguaje secreto para comunicarse entre ellas que bordaban en la ropa lo que a ojos profanos parecían objetos ornamentales, pero que les permitía comunicarse entre sí y pasar de madres a hijas sus conocimientos sobre la vida, poesía o filosofías, reivindicando así un espacio propio.
Si atendemos a la realidad, todavía queda mucho camino para lograr la igualdad de las mujeres en los espacios de poder. Y en este camino quizás sea importante que nos cuestionemos qué tipo de poder queremos. Las consecuencias del poder patriarcal ya las conocemos. Se trata de un poder sobre los demás y sobre el medio, de suma 0, es decir que para ganar uno tiene que perder otro. Quizás hay que reflexionar si queremos encajar en una estructura así o más bien queremos crear nuevos modelos de poder, más sostenibles y colaborativos. Si queremos una creatividad que no esté siempre volcada en los demás, sino que la pongamos también a nuestro servicio y que dé la posibilidad de existir a nuestros placeres y afectos, a nuestras voces y palabras, a nuestros cuerpos libres y a nuestros sueños.
Es fundamental reconocer que en cierta medida hemos interiorizado los valores del patriarcado y que ello tiene consecuencias nocivas en nuestras creencias y confianzas. En el llamado «Síndrome de la Impostora», mujeres talentosas desarrollan falta de confianza para desarrollar puestos en trabajos tradicionalmente masculinos o sencillamente para desarrollar su creatividad. Reconocerlo es el primer paso para cambiarlo. Y para ello tenemos un instrumento maravilloso que es la sororidad entre mujeres, el asociarnos en proyectos comunes, no solo por la falta de igualdad sino también por el placer de desarrollarnos como personas que tienen mucho que aportar al mundo.
Susana García Ungo
Lda. en Psicología y en Bellas Artes